Tal como era de esperarse, un aclamado y
exitoso artista no está exento de calumnias o murmullos acerca de él. Ni mucho
menos se escapa de aquellos bocados exquisitos a los que desvergonzadamente
podemos llamar “chismes”. Estos murmullos han circulado alrededor de Diego
Velázquez desde mucho antes que él comenzara a realizar sus primeras obras de
arte. ¡No dejes que se te escapen, porque estos chismes son tan barrocos que ni
el mismo Caravaggio podría dejarlos pasar!
De taller en taller
- Dieguito era un pintor nato, cuando apenas cumplió diez años de edad decidió formarse en el taller del prestigioso pintor de Sevilla del siglo XVII, el taller de nada más y nada menos que de Francisco Herrera el Viejo. Pero no todo era color de rosa, ya que el prestigioso pintor era de muy mal carácter y su pequeño alumno ya no lo soportaba, así que esta historia termina con una corta estancia de Diego en aquél taller. ¡Qué mentor!
- En diciembre de 1910, Don Juan Rodríguez (el padre de Diego), firmó una jugosa “carta de aprendizaje” con el pintor manierista Francisco Pacheco, en la cual se acordó que Diego permanecería aprendiendo por seis años en el taller de Pacheco. Pero no era cualquier contrato, en este contrato estaba acordado que Pacheco le daría comida, vestido, calzado y claro, una enseñanza de primera. Pero el contrato no acaba ahí, a cambio de esto Diego tendría que hacerla de servidumbre en la casa, hacer todo lo que le placiera a Pacheco y esto incluye: moler colores, decantar barnices, tensar lienzos, armar bastidores, etcétera. Al menos fue ahí donde Diego obtuvo su primera formación y los orígenes de sus primeras ideas, pero de todos modos…¡Vaya contrato!
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